lunes, 3 de diciembre de 2018

'Descalzos'


Olvidad las promesas,
olvidad los juramentos.
Olvidad la carrera de cuádrigas
que corre insomne al precipicio.
Olvidad el propósito,
olvidad el traje,
el murmullo de fiebre toda la noche
que roe el corazón de cáncer del que espera

no esperéis nada,
no crujáis,
pues es la urgencia de la máquina sonámbula,
la risa de niebla de la mentira del bufón

recordad el árbol
recordad el águila

Olvidad el blasón de la soledad,
el diamante de heroína de la soledad,
el príncipe de las soledades absolutas

Olvidad el palacio de mármol
que la hiena adula en el desierto

recordad el árbol
recordad el árbol

Olvidad la investidura de humo
que el miedo impuso en cada fila;
olvidad la clase, olvidad el número,
recordad el llanto


Recordad el pájaro que canta
porque así lo sueña el árbol

Recordad el camino Recordad el camino
                                                                                                   Recordad el camino.


[El Albaicín, '13]



miércoles, 10 de octubre de 2018

Sombras de verano: Peter Pan, Neruda, Sor M. Alcoforado, Lorca, Durrell


El secreto de Peter Pan


Puede que siempre sea verano en el país de Nunca Jamás. Pero resulta –niños– que no hay sólo un país de Nunca Jamás, sino tantos como queramos; como queráis. Todos, sin embargo, “tienen una especie de parecido familiar”:

Todos nosotros hemos estado allí, y aunque no desembarcaremos en ellos nunca más, todavía podemos oír el murmullo de las olas al romper sobre la arena. [Sigue leyendo aquí]


Veinte años a la sombra de Neruda


“Encima de mi cabeza el cielo tenía un azul tan violento como jamás he visto otro. Yo escribía en el bote, escondido en la tierra. Creo que no he vuelto a ser tan alto y tan profundo como en aquellos días. Arriba el cielo azul impenetrable. En mis manos el Juan Cristóbal o los versos nacientes de mi poema. Cerca de mí todo lo que existió y siguió existiendo para siempre en mi poesía: el ruido lejano del mar, el grito de los pájaros salvajes, y el amor ardiendo sin consumirse como una zarza inmortal”. [Sigue leyendo]


La monja portuguesa o el fatal hechizo voluntario


Todo enamoramiento es un hechizo: pero un hechizo voluntario; quizás auto-inducido. Podría creerse que, cuando ocurre ese desastre, está uno a merced de fuerzas extrañas que lo zarandean sin piedad ni objeto, sin que pueda controlar nada. Y también. Pero jamás sucedería si no estuviéramos ya orientados a esa brisa, a esa temperatura; esperando que suceda, vislumbrando su sombra por venir. Invocándolo sin saberlo.

A mediados del siglo XVII, en el Monasterio de la Concepción del territorio portugués de Beja, muy cerca de Extremadura y Andalucía, una monja llamada Mariana Alcoforado contempla a las tropas francesas, aliadas de Portugal en su guerra contra la corona española, ejercitar sus ensayos de guerra en la llanura. [Sigue leyendo]


Lorca, el sueño de verano y el balcón del Tamarit


He cerrado mi balcón 
porque no quiero oír el llanto 
pero por detrás de los grises muros 
no se oye otra cosa que el llanto.

En la Huerta de San Vicente, en el paraje del Tamarit, en lo que antes suponía la frontera entre la vega de Granada y la ciudad –en lo que hoy es el parque que lleva el nombre de ese muchacho–, hay un balcón al que regresaba cada verano Federico García Lorca. [Sigue leyendo]


El eterno laberinto de Alejandría 


¡Ah, la miseria de los puertos y los nombres que evocan cuando no se tiene parte alguna adonde ir! Es como una muerte, la muerte del propio ser cada vez que se repite la palabra ‘Alejandría, Alejandría’.

Hay una Alejandría dentro de cada uno de nosotros; la misión, el mandato, consiste en su búsqueda. Puede ser un lugar físico, puede realmente existir ahí fuera, en cualquier verano de esta vida. Y si la encuentras (deberás recordarlo siempre, mientras dure la aventura) será sólo la proyección del espejismo propio, del anhelo: exactamente como enamorarse. Pero qué no es un espejismo en este mundo. [Sigue leyendo]


lunes, 1 de octubre de 2018

...-II-




en las calles del otoño primero,
el frío primero y su presagio de miedo en la ventana,
hacia las calles desvanecidas que cierran los postigos,
desertando el verano como un ladrón por las esquinas
que hubiera robado a los niños,
en el anochecer como un lamento quieto
de fulgor de cripta cerniéndose al balcón,
                 de algo que ya no será posible


(mientras reza por nosotros la vela compasiva
que aún protege todo)


domingo, 23 de septiembre de 2018

Alucinación (XXII)


(un cortejo
en el que yo fuera el féretro
y vosotras la bandada

en el que yo fuera el pájaro
y vosotras el crepúsculo


una ceremonia dulce en la que
me enterrarais
en el país del olvido)


[C. M., 8 'VII]



jueves, 13 de septiembre de 2018

...




Por ti
canta en el camino la que implora,
la viuda del viento,
la que vela el horizonte


pidiendo por ti,
rogando por nosotros

un milagro
que regrese



sábado, 23 de junio de 2018

Sortilegio de San Juan (Alucinación - XIII)


Quién eres, preguntaba, quién eres, hija del fuego que emergió en lo oscuro, en la hoguera verde de una danza. Quién eres en el rito pintado de panteras; por qué tu sombra ardiendo; de dónde tu mirar de profecía. Te he estado buscando y ahora quiero saberte, y que siga tu muerte bailando en torno a mí como la noche de este bosque en que me atas. Te he estado acechando y ahora tu bestia me rodea, trenzándome en el ojo verde de una máscara. 
En la danza de una llama que responde

Si nos debemos encontrar nos encontraremos

enroscándose y muriendo 
en el frío vencido del puñal



jueves, 17 de mayo de 2018

Obras y sombras (N. Cave, Letizia Ortiz, Thoreau)


Henry D. Thoreau. Los bosques van por dentro



Heredamos una cárcel; habitamos una cárcel. Pero antes de que nos demos cuenta ya hemos mamado las costumbres que nos harán fieles a su hormigón, las leyes que justifican los barrotes, la moral que bendice cada celda y la vocación general de ampliarla (lo llaman “progreso”) hasta donde se pierda la vista: más miedo, más ruido, más territorio para construir más cárcel. Y un besito feliz a los grilletes, cada noche, antes de irnos a dormir. [Sigue leyendo]


Letizia Ortiz: locutora del silencio



Posee un atractivo diabólico el escribir sobre cierta gente. Esa fascinación que da el saber de antemano que no llegaremos a ninguna parte. Pero –fascinación mayor–, si llegásemos, tampoco lo sabríamos nunca. Como tratar de descifrar una esfinge: imposible traducir su silencio, su belleza derruida; imposible también apartar la vista del secreto que no conoceremos nunca, y que sabemos se oculta detrás. (Pero, si lo conociéramos, ¿qué podríamos contar realmente?) [Sigue leyendo]


Nick Cave o sobrevivir a uno mismo



Con su traje negro, negro y blanco; con su melena negrísima, su piel pálida, y un perfil de cuervo al que acabaran de dejar viudo y no pudiera creerlo todavía, al músico y escritor australiano Nick Cave (1957) le han emergido dos velas de luto en los ojos. Una para la alerta; otra para el espanto. [Sigue leyendo]

lunes, 9 de abril de 2018

Oráculo #2


“…Y llegarás de la batalla
hasta este bosque de Poniente,
hasta el cortejo de cipreses
del crepúsculo vencido;
donde aguardan las vestales
ofrendarte en una pira:
tú solo el oficiante y el ungido;
el sacerdote, el elegido, la ceremonia.”


[2011]

lunes, 12 de marzo de 2018

Entrevista en 'El Marcapáginas'


Entrevista y tertulia radiofónica en torno a Memorias del fantasma en El Marcapáginas de Capital Radio: aquí el enlace al podcast con el programa completo (intervención a las 2 h. 6' aprox.)

Canción para después, de Memorias del fantasma

https://lafeaburguesia.es/project/memorias-del-fantasma/

Obras y sombras (Bukowski, Anne Frank, Machado)


Consuelos y anhelos de don Antonio Machado



En mi soledad
he visto cosas muy claras 
que no son verdad

Muchas, demasiadas veces necesitamos que alguien nos diga esas palabras.

En nuestra soledad, cuando caemos, castigados por nadie, en el sótano de nuestra conciencia, cuando todo se tizna de sombras y sólo vemos pájaros de luto, necesitamos que alguien nos tome la cabeza, nos mire a los ojos; nos recuerde, enjugándonos las lágrimas, que eso tan claro que estamos viendo no es verdad: sólo las sombras de marioneta que bailan al son del miedo.

(Necesitamos, demasiadas veces, que alguien nos recuerde que el miedo es sólo un bufón haciendo muecas, espantándonos de las puertas de los caminos que llevan a los mejores sitios: dijo alguien, alguna vez.) [Sigue leyendo]


Anne Frank: la adolescencia proscrita



Todos los adolescentes son extraños en este mundo. Para este mundo. Todos, antes o después, de una forma u otra, con timidez o máscara de arlequín, sin hacer ruido o con vocación kamikaze, se ven arrojados a los márgenes, a un territorio de soledad del que serán los habitantes exclusivos. Expulsados de la infancia, separados de ella como si alguien les hubiera arrancado de un sueño que no pudieran recordar ya, se encuentran de bruces en un sitio de nadie, ni siquiera de ellos, con vistas a las alambradas del mundo adulto. Durante varios años tratarán, con mayor o menor fortuna, de salir de ahí. Y algunos intuirán allá al fondo que las palabras mágicas que abrirán la puerta –la alambrada última– serán la respuesta a una pregunta bien jodida: ¿Quién carajo soy?  [Sigue leyendo]


Bukowski: huye, corre, huye de las avenidas de la muerte



No, no son las grandes cosas, los Sucesos Mayúsculos de la vida, los que generalmente envían a alguien al manicomio: “es la serie continuada de pequeñas tragedias”; 

no la muerte de su amor
sino un cordón de zapato que se desata
cuando no queda tiempo... 
El espanto de la vida
es ese enjambre de trivialidades 
que pueden matar más rápido que el cáncer
y que siempre están ahí

A dentelladas. A arañazos. A zarpazos ciegos de callejón que nunca escucha nadie y que tratarás luego de olvidar rápidamente, pues algo decidió que salieras vivo de allí –de momento; todavía sigues vivo, sin embargo, no sabes cómo, por qué. Para qué... [Sigue leyendo]

martes, 6 de febrero de 2018

Alucinación (XI)



Los barcos surcaban lejanos la línea azul con su plumaje; el sol era una niebla esparciéndose en miríadas.
          “Por favor, no te ahogues.
–Tengo que ahogarme.
“Pero qué será del mar entonces; morirán también los barcos, las gaviotas morirán. No puedes hacernos esto.
–Lo siento –decía llorando–: Tengo que ahogarme.

Ella lo miraba severa en la roca, con un rencor antiguo, mientras él se hundía sin hundirse y los peces eran velas que eran gaviotas a punto de estallar.


[I. M., VIII/'15 - ...]

jueves, 25 de enero de 2018

Obras y sombras (Piaf, Chaves Nogales, Silvia Pérez Cruz)


Todas las épocas de Sílvia Pérez Cruz



Quién es; quién será esta mujer que parece una niña antiquísima.

Por qué parece de otro tiempo (como si la conociéramos de antes, de mucho antes de todo), y sin embargo no deja de ser mañana, para mañana, la víspera de una noche que no hemos vivido todavía: Quién es esta mujer, esta anciana jovencísima que canta, canta, canta, no deja en toda la noche de cantar? [Sigue leyendo]


Chaves Nogales, el hombre que volcó el parchís



Se puede saber más de alguien por lo que escribe sobre otros que por lo que escribe sobre sí mismo. Lo que sabemos del periodista y escritor Manuel Chaves Nogales lo sabemos sobre todo por un puñado de libros que recogen su obra, escrita fundamentalmente sobre los otros y para los otros. Sabemos que nació en Sevilla, en 1897; que murió en Londres en 1944; que muchos supieron de él en España mientras vivía y escribía en Madrid, y que no se supo casi nada más una vez muerto, durante décadas, más allá de ciertos reducidos círculos. Sabemos, por las imágenes que se conservan de él, que tenía el pelo enhiesto y la cara límpida, los ojos diáfanos y las cejas erizadas en una fulguración casi desafiante, como una pregunta electrificada; como si estuviera a punto de preguntar al fotógrafo a cuento de qué carajo quiere una foto suya (algunos periodistas también intuyen, como los indios, que una foto puede robar el alma). [Sigue leyendo]


Edith Piaf: la voz imperial de una mendiga 



Hay muchas maneras de cantar, pero algunas jamás podrán aprenderse: se habita en ellas o no se habita, como se habita la propia piel. Nadie ha podido cantar nunca como la mendiga Edith Piaf, la reina callejera Piaf: además de nacer con esa voz, hay que nacer con esa voz en el infierno... [Sigue leyendo]