Del flamear en la ventana velas negras,
del callar de cuervo en cada mástil,
del despertar en nadie, de bruces, y encallar
en la playa gris en que atraca el día
del mirarte lento, auscultarte y avanzar
en la vieja ceremonia del enfermo
a palos de ciego en el pasillo
del mal,
de lo que ya estaba despierto,
antes, y respira,
huye, corre: húyete
Búscate tu manta, tu rincón: cúbrete;
sé un niño rezando en su cabaña;
sé un loco que tirita en su candil
mientras ruge en la calle el escuadrón
Debes respirar en el humo de la noche
la niebla de leyenda del talud;
debes correr sin moverte del rincón
a la fragua boreal de los delirios
Bebe, grita,
pero huye;
reza, rómpelo, pide perdón
o socorro,
pero huye, corre:
húyete
del mañana que atenta de ceniza,
del redoble, del desfile, del error,
del saber que el mundo está vacío
del flamear en la ventana velas negras,
del callar de cuervo en cada mástil, de encallar
en la playa de ceniza que es el día,
huye, corre: sálvate
BXL, 17-18/IX/’10