La gran
mayoría de los libros que merecen tal nombre piden ser leídos con calma, en
reposo; o al menos con una mínima desconexión ambiental que permita que entre
bien ese vino, que no se derrame, que queme bien el gaznate con su pasión o su
derrota, su gloria o su asco, su profundidad o su miseria. Más aún cuando se
trata de poesía... [Seguir leyendo en POCAVERGÜENZA]