miércoles, 6 de abril de 2011

Interminable


Tómale la mano. Toma la mano de esta noche, de esta víspera de lobos

Quédate muy quieto ahí en lo oscuro, respirando, y cuenta el cuento que te sangre. Una vez, recuerdas? Una vez, de niño, corriste por un patio, bajo la lluvia, y llegaste ante las escaleras donde esperaban todas las preguntas de tu vida. Cuenta ese cuento: cuenta el cuento que te sangre

Tómale la mano y quédate muy quieto, velando en esta víspera. Podrías contar también que ahí a lo lejos, más allá de la ventana, titilan las luces de la ciudad en las torres de babel de cada noche. Las luminarias del ejército del monte, o el enjambre de los ángeles que te traen sus noticias

Cuéntale eso; o no, no se lo cuentes

Mejor calla, respira. Escucha el rumor de abajo, la fiesta lejana del infierno en las calles; y el de arriba: el rumor de soles prometidos tanteando en la terraza, dieciocho escalones por encima de esta noche

Respira, ausculta este silencio; siéntate en la cama a caminar. Y dile sin decirlo que la vida es un aullido interminable: interminable. Que somos los pájaros suicidas de algún Caos, pero también que el sortilegio furioso de esta ciudad traerá algún día épocas solares en bandada, copas de luz, racimos colmados de alegría. Que la niebla que ahora entra por la ventana dejará algún día ofrendas de flores en la almohada. Que todo vuelve. Que todo comienza. Que nada se termina

Que has visto reír, que tú has visto reír a los más sabios
como has visto a un niño caerse y volverse a levantar
caerse y volverse a levantar
caerse y volverse a


Toma, besa, vela la mano del llanto de esta noche. Continúa despierto mientras siga percutiendo allí a lo lejos la estrella polar, adonde zarpa el avión de tu fantasma. Humíllate otra vez, mendigo

Arrodíllate

Y dile sin decirlo que tuvisteis la belleza, que mereció la pena vivir y reventar.
Que será siempre un honor, una emoción para este crío, haber bailado un tango en esa lágrima, velar la mano de esta noche en las sábanas feroces del adiós