miércoles, 24 de mayo de 2017

Medio siglo contando el cuento en que sucede todo



Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro. 

(No hay, adrede, comillas o cursivas en esa voz que habla más arriba: la mejor lectora de ese delirio, según el autor de ese delirio, fue una señora rusa que lo transcribió de principio a fin, de su puño y letra, palabra por palabra, con el fin de averiguar “quién es el loco, si él o yo”.) 

[Lectura-homenaje de Cien años de soledad 
en el 50 aniversario de su publicación,