miércoles, 25 de noviembre de 2015

Alucinaciones (IV)

Quién fuiste, amazona oscura, virgen negra de la juventud. A tu altar de sábanas, al telón que mece la brisa quise verte: para incendiar tus escaleras, sellar el muro, y que un ojo de fuego verde temblase en tu sexo toda la noche. Abriéndote de par en par en la cascada de luto, un caballo de luz de faro en la terraza espera que no dejes de arder toda la noche. Quién fuiste, triste página que lamí en la vela. Si de tu pecho hubiera bajado la soga que esperaba me habría ahorcado de lágrimas, y un ángel habría sangrado al verte al fin bajo la luna. Aún puedes retorcer el cauce vivo que corre bajo el balcón abierto; que crezcan pobres sombras de toros rituales pastando en los muslos del agua. Aún desfallece tu sombra los corredores del verano, con un aire que llora los desfiladeros, la madrugada hirviendo cruel en tu placenta. Quién fuiste en mi sueño, asesina de la cabellera y el puñal, amazona de bronce de la juventud temblando 
como una virgen a punto de morir
en la torre de espuma de mis ojos sellados