Los barcos surcaban lejanos la línea azul con su plumaje; el sol era una niebla esparciéndose en miríadas.
“Por favor, no te ahogues.
–Tengo que ahogarme.
“Pero qué será del mar entonces; morirán también los barcos, las gaviotas morirán. No puedes hacernos esto.
–Lo siento –decía llorando–: Tengo que ahogarme.
Ella lo miraba severa en la roca, con un rencor antiguo, mientras él se hundía sin hundirse y los peces eran velas que eran gaviotas a punto de estallar.
[I. M., VIII/'15 - ...]