...Tú quieres
saber quién eres, qué eres, para qué eres aquí, y quizás la respuesta, que no
será nunca una respuesta, resida simplemente en dejar de hacerte preguntas,
seguir donde estás, es decir, cayendo desde donde estás, hacia al fondo, hacia
abajo, más abajo, más abajo en la desolación, hasta perder toda esperanza,
hasta no esperar nada, hasta no esperar ni pretender que venga nadie a
rescatarte, a buscarte, a mirarte y taponar tu llanto, tu sangría (hectólitros
de lágrimas en sangre), y quizás en ese momento, sólo en ese momento, alcances
para siempre y sin perderla esa luz ciega y blanca y brillante que intuyes a
veces al otro lado, más allá, sólo más abajo y al final del último traspié en
la sima, agarrado a la pared en la oscuridad, gritando al caer, llorando de
terror y desolación al caer, hasta que la caída cesa y descubres que no has
muerto aún, y que más allá de no morir estás quizás rompiendo, caída tras
caída, la cáscara de miedo que te lleva impidiendo crecer desde hace tanto ya
que ni te acuerdas. (...) Así que caer, y caer, y caer: hasta agotar todas las
lindes del aire, las columnas del fuego azul, la furiosa columna de llanto
hasta el final, para comprobar que sólo en ti la fe, niño, sólo para ti. Sólo
tú y tú solo, sabiendo que sólo al saber que no eres nadie, que no existe
Nadie, que no existe tu drama, tu gruta, tu abril en celo, sabiendo que no es
más que un sueño todo eso que te tiene atrapado en la cárcel de la esperanza de
tu vida, que sólo al saber en fondo, hacia el fondo, todo esto, podrás
liberarte del yugo, de la cadena, de la bola de hierro incandescente haciéndote
caer allá al fondo de la soledad interminable.
[abril]
1 comentario:
Pues claro que no existe tu drama, ¿de qué me suena...? ;) El fuego sabe. Hay que escucharlo. Y escribir con gracia lo que nos va contando, que eso a ti se te da muy bien. En eso estamos.
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