sábado, 31 de diciembre de 2016

Cosas que aprendimos en el fuego


...Tú quieres saber quién eres, qué eres, para qué eres aquí, y quizás la respuesta, que no será nunca una respuesta, resida simplemente en dejar de hacerte preguntas, seguir donde estás, es decir, cayendo desde donde estás, hacia al fondo, hacia abajo, más abajo, más abajo en la desolación, hasta perder toda esperanza, hasta no esperar nada, hasta no esperar ni pretender que venga nadie a rescatarte, a buscarte, a mirarte y taponar tu llanto, tu sangría (hectólitros de lágrimas en sangre), y quizás en ese momento, sólo en ese momento, alcances para siempre y sin perderla esa luz ciega y blanca y brillante que intuyes a veces al otro lado, más allá, sólo más abajo y al final del último traspié en la sima, agarrado a la pared en la oscuridad, gritando al caer, llorando de terror y desolación al caer, hasta que la caída cesa y descubres que no has muerto aún, y que más allá de no morir estás quizás rompiendo, caída tras caída, la cáscara de miedo que te lleva impidiendo crecer desde hace tanto ya que ni te acuerdas. (...) Así que caer, y caer, y caer: hasta agotar todas las lindes del aire, las columnas del fuego azul, la furiosa columna de llanto hasta el final, para comprobar que sólo en ti la fe, niño, sólo para ti. Sólo tú y tú solo, sabiendo que sólo al saber que no eres nadie, que no existe Nadie, que no existe tu drama, tu gruta, tu abril en celo, sabiendo que no es más que un sueño todo eso que te tiene atrapado en la cárcel de la esperanza de tu vida, que sólo al saber en fondo, hacia el fondo, todo esto, podrás liberarte del yugo, de la cadena, de la bola de hierro incandescente haciéndote caer allá al fondo de la soledad interminable.

[abril] 



1 comentario:

Cristina dijo...

Pues claro que no existe tu drama, ¿de qué me suena...? ;) El fuego sabe. Hay que escucharlo. Y escribir con gracia lo que nos va contando, que eso a ti se te da muy bien. En eso estamos.