domingo, 27 de febrero de 2011

Gracias

¿  Cuántas puertas tiene la emoción. Cuántas habitaciones llenas de sol puede habitar uno, a la vez, en la casa encendida de su costado más íntimo. Cuántos rincones en llamas puede uno sentir, a la vez, crepitando dicha y plenitud desde todos los polos de la memoria azul, de la pasión en vilo, de la vida en cueros

Cuánto pesa la emoción, la memoria total de la alegría. Con qué gravedad le arrastra a uno hasta las raíces mismas de la tierra para ver volver resucitar
                      porque la risa es cumbre ciega en llamas
        y el llanto un alud sordo que amanece,
        muy despacio, y que se habita.
Cuánto vale la emoción, este ángel, este cofre de monedas de sol, este tiritar de hueso en cueros; qué se hace con él, cómo le lleva a uno desde lejos, de la mano, como ese crío que se quedó muy dentro y que nos busca, nos reclama, igual que en el desierto un espejismo

Cuánto dura la alegría. Cuánta vida tiene. Dónde se esconde cuando parece morir, hundirse, no volver jamás, pero ahí está, ahí sigue, ahí su vislumbre; ahí tirita aún muy adentro y esperando sólo que baje la marea, que se escriba otra vez, que sea junta de nuevo.
De dónde viene la emoción, dónde se forja. En qué entraña del abrazo abisal, del espejo en los ojos, del galope fraterno; dónde termina un abrazo y empieza la tierra. 
Dónde se despide un amigo, y empieza la tierra


Cuántas puertas tiene la emoción. Cuántas me habéis abierto. Cuántas veces se abrirán aquí dentro, otra vez, de par en par, de fiebre en cueros, para saludarme de nuevo en el trasluz y sonreír


Cuántas cosas nos quedan por vivir, amigos, cuánto dura la alegría. Cuándo volveremos a abrazarnos. Cuánta emoción podrá llegaros desde aquí, goteando tinta azul y lágrimas y gratitud desde los ojos rotos y el pulmón en vilo de un crío que llora solo, en un avión, viendo despedirse su universo desde un álbum de sol y crepúsculo y temblor y fotografías 


jueves, 10 de febrero de 2011

Poética

Ahora que se agolpan en mi cama
todos los errores de mi vida

, puede pensar uno, cualquier noche, cualquier madrugada cruel de no poder dormir. Y es cierto, así es: hay noches así. Puede suceder en cualquier momento del día, pero es ahí, en la rueca sombría de esas horas, cuando suelen volver para asediarte esos fantasmas. Todos juntos, haciendo guardia, formando cola. Un ejército de remordimientos que te miran siniestros, uno a uno, en cada esquina de los ojos cerrados

Y te hablan, te interrogan; te devuelven una vergüenza irreparable y te aseguran que fuiste

peor que todos,
peor que tú,
de alguna forma incomprensible
peor que nadie sin dudarlo

Intentas dar razón a lo que no tiene ya remedio; intentas confesar a alguien (a quién) que no fue tu intención, que algo salió mal, que no estuviste alerta; que querías sólo (como siempre) un abrigo, una limosna, un pedazo de pan. Pero no te dejan: alguien te regresa. Da cuerda alguien

hacia atrás, y no me escucha,
y no me dejan explicarme,
pedir perdón, arrodillarme o sonreír

Siente uno ganas de pedir auxilio. Despertar a quien ya duerme, agarrar el teléfono, entregarse, algo, algo. Pero sabes que es inútil; que nadie tiene ese conjuro, y que además ni siquiera puedes decir nada, porque no hay nada que decir

Y sigue la rueca, siguen los círculos. Vienen de todas partes juguetes rotos, deudas muy viejas, portazos. Vuelven los que no se fueron nunca. Y quieres, quisieras sentarte a conversar con los que te hicieron daño; decirles que no, que no hay tiempo, no lo veis? Aquí no hay tiempo para eso. Ponerles una copa de sol y que sonrían. Quisieras llamar a los que hiciste daño tú, llamar a tu víctima, llamar a su asesino: que vengan, los dos, a llorar contigo

Pero no hay forma, no hay remedio

Y entonces haces lo único que puede salvarte: incorporarte, encender una luz, humillarte de bruces contra el papel. Escribir, como una ofrenda, una plegaria o una carta para nadie, que

ahora que vienen a juzgarme
todos los errores de mi vida,
y sé que no hay remedio,
y que a nadie importa ya,
                                         yo,
honestamente, quiero decir
que hice lo que pude


Todo lo bueno
que uno malamente pudo.