La vislumbró a lo lejos, sobre las
rocas del espigón.
“Te he estado esperando”,
le dijo al llegar. “Tantos días ya sin mirarme”.
–He
venido a cantar en tu boca, a llorar por ti. ¿Te parece bien?
Ella se giró hacia el horizonte, el
sol contra su pelo en la tormenta amarilla.
“Aún
no estás listo”, dijo.
–¿Qué
tengo que hacer?
“Primero debes embarcar
cuarenta mil años; cuando regreses habrá un paje en esta roca; le darás lo que
hayas soñado ese tiempo, y él te dará la llave”.
–Necesito
llorarte ahora.
“No
es posible. Pero te dejaré mirar por el cristal de mis pechos, y así podrás ver
la isla”
–¿Qué
isla?
“Cuál
va a ser. La Isla. Sólo hay Una Isla. Ahí debes llegar”
Las olas batían contra ellos,
tratando de derrumbar el mar.
2 comentarios:
La inmediatez apenas sirve de impulso; pero aislada queda en poca cosa.
El destino nos espera a todos; quiero creer que no está escrito...del todo.
¡Qué será de nosotros si ni tan siquiera pensamos en las posibles metas!¡Y vemos tantas actitudes desdeñosas!
El oleaje no cesa.
Estoy expectante de cara a la continucación de estas alucinaciones, en este cruzado de sensaciones.
Saludos cordiales.
Exactamente, amigo: nunca escrito... 'del todo'.
(Estos desparrames sólo son comprensibles Al Otro Lado)
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