domingo, 28 de julio de 2019

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Puedo ofrecerte una lágrima: esta lágrima. No es mucho, pero si quieres puedes ponértela, usarla como pendiente o bestia de cristal, y cantarle en el crepúsculo hasta que duerma. 

Puedo darte mis harapos, los jirones de luz y sombra que me quedan; no podrás vestirlos, pero sí prenderlos en la hoguera: quizás su fuego azul invoque a alguien en el bosque. 

Puedo ofrecerte mi sombra, más cansada ya de mí, no de esta vida; y mi tristeza, que aún ríe cuando llora. 

Puedo ofrecerte las brasas hambrientas, no vencidas, de mi corazón a pie. 

Puedo ofrecerte mi fe: la que a pesar de tanto como ya perdió, 
aún va a tientas, en la penumbra del pasillo,
como un niño ciego,
anhelándote 


[R. M. Ashram, Tirv., India; 31/VII/'18]