miércoles, 10 de febrero de 2010

Vanitas vanitatis...

Y todo es vanidad, señora. Aunque en este caso no, no todo: en este caso todo, o casi todo, es gratitud. Casi todo fue un saludo muy de lejos, el saldo de una deuda muy vieja, y sentirme en casa con desconocidos íntimos que ahora son amigos. (Quizás otro día explique aquí el significado real de la palabra premio). Todo fue emoción y mediodía. Y como sé que también pasáis por aquí, de vez en cuando, algunos desconocidos íntimos, aquí os dejo un resumen que me pidieron a vuelapluma esos otros amigos u colegas periodistos (lo que dije en voz alta se olvidó, cosa que la pierna que me temblaba y yo agradecemos infinitamente)

Todo es vanidad; pero cabe preguntarse si no será otra de las mil formas de arrebujarnos en torno a la vieja hoguera, quitarnos el frío, y arrancar a la vida otra brizna de inocencia con aquellos que nos hacen más amable el viaje, y lo justifican

Barcarola es un territorio, una bandera, “una niña de treinta años” -señor Bravo dixit- y un poema de Neruda en el que algún fantasma redobla azules con ecos de naufragio. Barcarola es una familia, y ‘La edad del mediodía’ es otra familia, la mía. Que la familia y los fantasmas que habitan en mi poemario pasen a formar parte de la herencia de este premio, de su revista necesaria, de su casa, ha sido un orgullo y un blasón para este adultescente que escribió mucho a solas, muchas tardes, soñando con acercar un poco de calor a sus fantasmas. Ni en el delirium tremens más insensato hubiera osado imaginar tan alto honor, cuando hace dos inviernos me sentaba ante aquella ventana, a la luz de otro siglo, a levantar mi bandera y limpiar de sombras el territorio de mi infancia; ésta que dura toda la vida, capitán Félix Grande. Cualquier gratitud es poca para honrar que lectores tales hayan escuchado con ternura esta historia de soles y alfileres, esta leyenda humilde de niños ya tan viejos. Por eso me gusta aún más esta familia Barcarola, esta niña treintañera y libertaria que me ha guiñado el ojo izquierdo. Me gusta mucho esta niña. Estoy muy orgulloso, muy feliz, de que mis fantasmas se queden a habitar, también, su casa.

2 comentarios:

angel almela dijo...

Barcarola ha sido tambien la hermana mayor que marcaba caminos, señalizada cruces y enmarcaba, en palabras que alumbran amistades, una bella trayectoria... Al menos así ha sido para otra vieja amiga y de tu pueblo, para LA SIERPE Y EL LAÚD.
Me alegro de que hayas entrado en esa familia.
Somos el tiempo

malatesta dijo...

Bueno, bueno, ¡que sea enhorabuena!. Vanidad completamente justificada y justificable. A disfrutarlo.