jueves, 3 de septiembre de 2009

Otoño

Me pregunto cómo lo hicieron tantos, tantos, antes que yo, que tú, para no morirse de miedo, para no salir corriendo, para no correr como las aves migratorias en busca de otro hemisferio cuando llega esta ruina, esta clausura, esta estafa. No me hagas mucho caso: así ando últimamente. No me hagas mucho caso. Todo el mundo sobrevive al otoño; no es una guerra, no es una epidemia, no es… Y sin embargo las raíces que arrastramos de la tierra no pueden evitar este aliento sombrío como de fin de fiesta cuando empieza a ocurrir, cuando empieza a cernirse, implacable, puntual, esta deserción de la luz. Da igual si has tenido un verano efímero que ya no se parece en nada a aquéllos, los adolescentes, los decisorios. Da igual si ni siquiera tuviste verano, tal y como debería serlo. Da igual: tu memoria genética vuelve a saludar a tus ancestros milenarios, los implumes mayorcitos de la cueva, que asistían atónitos a los soles fugaces, al golpe de estado del general del frío. Atónitos, aterrados, como ante un eclipse. No hemos cambiado tanto, no. Los ojos grises, el desagüe en el costado. Y seguimos llegando tarde al colegio / con los viejos calcetines mojados. Pero, afortunadamente, la congoja dura poco. Lo que tarda el cuerpo en acostumbrarse a la nueva época, en recordar que la vida es esto, y no otra cosa. Además, uno puede vivir las cuatro estaciones en un solo día y da lo mismo el calendario: es sólo cuestión de tener capacidad suficiente como para despertar con el invierno en la almohada, tragarse un llanto de abril a media tarde y partirse de risa al anochecer como si fuera aquel verano todavía. Aunque tampoco estaría nada mal conquistar algo de calma un día de éstos, y que todos fuesen, no sé, un atardecer de noviembre de allí abajo, con ese aire transparente y azulísimo que no espera nada, pero tampoco lo pierde. (Qué iluso me vuelvo, hay que ver, a estas horas de la noche). En fin. Todo esto es irrelevante. En mi país todavía andan con madrugadas a toda vela en las terrazas. Los escolares aún no están precavidos, y a mil años luz de aquí todavía se amarán algunos entre el agua, la arena y el sudor. En Latinoamérica, allá donde se fugan los sueños, palpitará ya la primavera. Nada que ver con este otoño definitivo de aquí arriba. Pero todo esto es irrelevante. Las estaciones, ya lo he dicho, van por dentro. Por dentro. Puede uno estar sincronizado con las de fuera o no. Puede uno tener el corazón en punto a la hora de la nieve, o maldecir porque arrecia el vendaval en pleno julio. Puede uno sentirse en feria en octubre, o arder con la fiebre en cueros de diciembre. Pero, si efectivamente sigues el compás, en esta época del año lo tienes jodido. Te va a sobresaltar aún más el despertador –hijo de puta- del lunes gris por la mañana, como un bombardeo. Te acuchillará más hondo la nostalgia de huida hacia alguna lumbre donde suene una canción de Extremoduro con sabor a monte, tragedia y amistad. Y echarás de nuevo cuentas de las asignaturas que llevas arrastrando toda tu vida para el examen de conciencia de estas fechas. Te van a dar duro con un palo y duro también con una soga las cosas en que te equivocaste, que eran las cosas que tú más querías. Y ni siquiera reirás, siniestro, volviendo solo, cuando entiendas que vas repitiendo fielmente en otros folios los mismos errores con los que otros suspendieron antes en el tuyo. Sabes que vendrán otros días, que otras lámparas iluminarán distinto esta habitación, que otras fiestas te salvarán, que otras velas conjurarán esta lluvia. Y sin embargo un rato cada día, siempre, puntual, repica Septiembre en la ventana para pedirte explicaciones sobre algo que fue o algo que no llega, sobre algo que grita de lejos o que dejaste debiendo, no sabes cuándo, cómo pudo, allá lejos, en alguna parte.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

En cada amanecer los seres humanos
abrimos los ojos para enfrentarnos
a otro día más...

Pablelton dijo...

En Bruselas tiene que hacer un frío de cojones...
Fuerza y honor, Miguelton :D

Pablelton dijo...

En Bruselas tiene que hacer un frío de cojones...
Fuerza y honor, Miguelton :D

Miguel A. Ortega Lucas dijo...

-Por eso intento levantarme lo más tarde posible :)

-Fuerza y honor, pequeño saltamontes :D

J.L.R dijo...

Por eso ciezano:

"Nada es más necesario para
un joven que la compañía
de mujeres inteligentes"


Lev Tolstoi, 'Guerra y paz', pág. 29

malatesta dijo...

Cierto. ¿Pero no hay belleza en todo ello? Dulce melancolía, la llaman. La misma que en cualquier ocaso, sea la estación que sea. Disfruta de ella. Porque mientras este mundo loco siga dando vueltas, no nos queda otra.
Un saludo.