domingo, 4 de febrero de 2007

Domingo

"...Tú quizás mientras busques en horarios perdidos
la letra de una canción que yo te he escrito..."
(I. S.)

Ah, pero tú tampoco sabrás qué hacer en las tardes como ésta. Tardes viejas muertas de domingo en que no haya quien te espere, ni quien te escriba mentira alguna en el vaho de los cristales. Tú también mirarás la tarde que hierve entre la furia y el fracaso, acodada en el balcón, fumando ansiosa a la espera de una noticia que no va a llegar. Si estás en el pueblo, mirarás las luminarias amarillas de los faroles como al contraluz de un vaso que aún conserva el carmín vencido de aquel beso a escondidas, el que quizás diste a algún muchacho casual que ya habías olvidado. Si estás en la ciudad, te enfadarás de nuevo con las sombras de tus pasillos, te preguntarás qué hacen las putas los domingos por la tarde sin clientes ni tabaco, maldecirás o compadecerás a las parejas que abarrotan los cines en busca de una historia que no les recuerde a la suya. Tú tampoco sabrás qué hacer en esta tarde en la que quedan tan lejos los crepúsculos sangrientos de la sierra, los pactos delincuentes por las calles del casco viejo, cuando cada banco era una posada, cada esquina una tregua, cada despedida una promesa de noche azul y manos frías en las mejillas. Ya se escribieron todas las cartas del invierno que merecieron ser escritas a la luz de un candil y leídas a la orilla de la chimenea. Ya se vivieron todas las noches antes del lunes de instituto pensando en ti, en qué estarías haciendo en esas tardes tan parecidas a ésta; si mirarías como yo por la ventana oscura o deambularías por tu calle buscando un encuentro casual o gemirías de celo y perplejidad en el coche furtivo de alguien mucho mayor que tú y que yo. Quizás la mujer que fuma ahora en el balcón recuerde con misericordia a aquella adolescente que creía tener en su mano todos los billetes del mundo a todas partes. Por eso entre otras cosas quizás no sepas qué hacer en esta tarde de domingo en que escuchas cercano el rugir del tráfico en la calle, o el ladrido de un perro nómada, allí a lo lejos junto al río. Ya te aburren los versos que leíste emocionada hace años. Ya te saben a estafa las películas viejas de infancia de sobremesa, las canciones con las que bailabas a solas cuando volvías de madrugada, sorteando sombras sobre los adoquines mojados. Ya te parecen más tristes los parques donde descubren el sexo los niños urgentes y los bares cerrados de ayer noche, hervidero vergonzante de derrotas. No. Tú tampoco sabrás qué hacer con esta tarde violenta de domingo en que tal vez te acuchilles a ciegas con tu conciencia, escribas implacable tu desidia entre los apuntes de la facultad o tires al vacío todos los libros que ya no te entienden. Tú tampoco sabrás qué hacer. Tú tampoco entenderás la luz añil brevísima en los patios. Tú tampoco cogerás el teléfono. Tú tampoco sabrás desnudar el balcón de nuevo. Tú tampoco mirarás el teléfono.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...Y como lo prometido es deuda, aquí me hallo dedicando estas lineas al gran miguelton.

Primero felicitarte por tu blog y sus historias. No soy quien para juzgar tu obra pero a un ciencias como yo le parece que está de puta madre.

Dicho esto, animar al erudito en lo suyo que me presentará un día de estos a Manuel Cuesta y se lo traerá de farranda a Cieza, a continuar con el sano arte de escribir en este blog. Aquí estaremos al tanto de actualizaciones.


Saludos.

Anónimo dijo...

mucha ambrosí, sí y un beso catalán de parte de elena de troya