martes, 5 de diciembre de 2006

Mi General

El hijo menor de Augusto Pinochet, Marco Antonio, ha confirmado que los médicos han tenido que practicar un 'bypass' a su padre que "le ha traído de vuelta de la muerte". "Su estado es bastante grave... Estamos en manos de Dios y de los doctores", ha relatado a los periodistas apostados a las puertas del Hospital Militar de Santiago, tras visitar a su padre...
(elmundo.es, 3/XII/06)

En el fondo pobrecito mi General...
(Roque Dalton, «La segura mano de Dios»)


Pobrecito, sí, en fondo pobrecito mi general. Mírenlo, ahí, quién le ha visto y quién le ve. Le echa uno un vistazo a aquellas fotos, a aquellos hermosos, inolvidables vídeos de principios de los 70, cuando andaba el tierno abuelito en la flor de la vida, y se le caen a uno los lagrimones. Los pelos como escarpias, lo juro. Porque, se ponga la peña como se ponga, ya no quedan héroes así. Ese porte de milico austero, servidor incorrupto de una causa mucho más noble que sus humildes menesteres. Ese bigotito de recto caballero (a quién carajo me recordará?) que cedía, solícito, el paso a las distinguidas señoritas de la alta sociedad chilena, en las fiestas de los elegidos sanos y guapos por la gracia de Dios. Esa vocación innata de salvapatrias. Ese talento capital para combatir a las fuerzas del Mal (rojos, librepensadores, intelectuales, ateos y demás escoria). Ese modelo de hombre medieval, valiente en la justa batalla de exterminar a los herejes (siempre, ojo, siempre con honor: sacándolos de la cama a las tres de la mañana, fusilándolos como Dios manda, tirándolos vivos y amordazados al océano desde un avión), aunque tierno siempre con sus cachorros y su hembra al llegar al hogar, dulce hogar. (Hasta las ratas se aparean -pensó Alatriste una vez sobre Gualterio Malatesta-, y tienen sentimientos).

Y ahora mírenlo ahí, maldita sea, postrado, acabado, derrotado por la ingrata, perversa enfermedad de la Historia que no respeta ni lo más sagrado, verdá señora, ni lo más puro respeta ya. Oh Tiempo que a nadie reconoces. Oh Muerte que a todos nos igualas. Oh Caronte, cuán presto zarpamos. Tempus fugit, jodidus totus in hoc lacrimarum valle. Nuestras vidas son los ríos, y así.

Porque no me digan ustedes, no me digan que no produce ternura el pobre abuelito, el criminalito agonizante rodeado de su bien amada familia, la santa esposa que tan amorosamente le controla el oxígeno, sus hijitos que con tal devoción le dan a diario su papillita de muertos y le limpian la baba disidente al ancianito padre don Augusto, que se emocionan, los pobres, al oírle recordar en voz alta al viejito las calaveradas, las graciosas anésdontas de niño jugando a la guerra, su precoz y adolescente vocación asesina, su admirable, encandilante, carismática madurez de dictador con esmoquin de exiliados y zapatos de genocidio. De modo que no ha lugar, pordios, no se puede entender esa masa enfervorizada que grita ahí fuera, mi general, desconsiderados, ingratos, maleantes de mierda, gritando ahí fuera todas esas palabrotas (¡justicia!, ¡justicia!, ¡justicia!), perturbando la litúrgica agonía de nuestro abuelito, nuestro salvador joder, nuestro enviado divino mi general; miserable es acusar ya a quien no puede defenderse, rojos del diablo, no tienen educación ni la conocen, reabriendo viejas, banales heridas, pordios serán rencorosos, por qué remueven el peligroso memorial de los agravios, recordar la Historia, si ya la escribimos nosotros, señora mía, caballeros, dejen en paz a mi general, no se metan con nuestro pobre viejito.

Porque la verdá es que no se entiende. ¿Qué es lo que grita esa turba de indeseables? Cuánto tiempo más tendrá que pasar para que el jodido Chile de indios de mierda y media América Latina y toda la puta Europa reconozcan la labor gigantesca, encomiable, de mi general? Maldita sea. Nos salvó de la amenaza comunista de ese ladrón de Salvador Allende, ese cobarde cabrón que resistió solo y a tiros en La Moneda hasta que se pegó un balazo, él mismo, antes de metérselo mi general por el culo. Ordenó –o dejó ejecutar- esa sublime, ejemplar tortura al cantamañanas subversivo de Víctor Jara, que ya no pudo tocar más, el maricón, porque la policía militar le cortó las manos con un machete o así y lo dejó desangrándose, toca ahora, rojo de mierda, toca ahora. Y qué decir del grandísimo criminal de Pablo Neruda, ese agente soviético, ese inmoral y sátiro cagatintas, Premio Nobel de Literatura para vergüenza de nuestra nación, al que, de no ser porque ya estaba terminal aquel septiembre, bien le hubieran tirado a bombazos la casa de putas ésa que tenía en Isla Negra. Y la Caravana de la Muerte (75 ejecutados por opositores políticos al santo régimen). Y los 3.000 “desaparecidos”. Y los 28.000 torturados. Y la “desaparición” de otros 119 detenidos. Y su bien ganada fortuna de 26 millones de dólares que trincó del erario público chileno, porque él lo valía. ¿Todo eso qué? ¿Nadie va a agradecérselo, virgensanta? Y no contentos con eso, dando por saco ya luego con la memoria de los cojones y con las investigaciones y con las “víctimas” que dicen ellos -¡que se lo buscaron, coño!-, y los comunistas de Garzón y Guzmán y Carlos Cerda amenazando con meterlo en la trena a mi general, ¡a mi viejito, carajo, con 91 primaveras australes! ¿Pero es que nadie se ha enterado de que esto es el mundo real, y aquí los dictadores la palman en la cama como Dios manda? ¿Es que nadie va a agradecerle nada a mi general, maldita sea? ¿Es que nadie tiene compasión por el abuelito Augustomigeneral?

Ah, pero yo sí le entiendo, mi general. Yo sí que estoy con usté. Venga, tranquilícese. Nada ni nadie dura para siempre, ¿sabe? Hasta las estatuas erigidas en su honor: un día de éstos, enterradas bajo los escombros de una civilización olvidada. Ah, pero la vida sigue, mi general. Sin usté, también seguirá la vida. Como siempre. Sí, ya sé que es triste, es muy injusto, don Augusto. Pero, aun así, yo brindo esta noche, mi general: yo brindo por usté y digo: ¡viva la Vida! Y también muera la Muerte. Es puta la Muerte, ¿se ha dado usté cuenta ya, verdá, mi general? Por eso, por eso brinde usté, y grite conmigo: ¡muera la Muerte!

Y hágame un último, inmenso favor: ya de paso, muérase usted bien muerto con Ella. Mi General.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay días en que te sientes realmente alentado a gritar, a veces no sabes si es de alegría o de pena, a veces la vergüenza te asalta y no puedes mirar por encima de tus pies. Intentas pasar por encima de ese día, de esa hora, de ese minuto, que engullido por la vergüenza se hace eterno, un bucle infinito de ojos que te observan amenazadoramente y los gritos que resuenan, en el aire, en el agua, en tu cabeza.

Y el rencor, la soberbia, la desesperanza, se hacen mas fuerte que el respeto por uno mismo, hasta acabar dándome cuenta de lo que llegue a ser, de lo que llegue a hacer, y ahora no hay vuelta atrás, la muerte me pasa por encima y yo la merezco mas que nadie en este mundo, ojala me lleve pronto...

Y nosotros que lo veamos...
y te digamos adios con la mano cuando te veamos pasar... o te saquemos un gran corazón (me refiero al dedo claramente) para mandarte a tomar por culo para siempre...

SEBA dijo...

Oye, espetacular tu publicación de "Mi General" apuesto que si la lee la Maldonado va a ha conicideir en varios puntos pero no desde una visión sarcástica.

Saludos!!!

SEBA dijo...

Hola que tal, no sabía que eras de Madrid, bueno escribes como chileno eso sí...
Te comento que llegue a tu blog de casualidad. Algunas veces busco cualquier tema y comento aquellos blog que me llaman la atención.

Bueno un gran saludos desde la ciudad de Santiago, Chile. Y me sentiré muy alegre si lees algo de mi novela, eso si debes entender que está escrita con modismos chilenos asi que si no entiendes algo no dudes en preguntarme.

Anónimo dijo...

Cabrón, qué bien escribes. No sabía lo de tu curro hasta que te he leído en cultura. No dejes de escribir, que no te pueda la pereza

Anónimo dijo...

Bien Miguelito, bien. Qué bien puestas las fotos, qué oportunos los enlaces, qué bien escrito todo. Así me gusta. Vas aprendiendo...

Me encanta ser condescendiente.

Y sobre Pinochet, lo que haré es llevarlo a mi terreno y decirte que hay dos pelis fabulosas: una es Missing de Costa Gravras con Jack Lemmon y Sisy Spacek (la de Carrie) que te refleja magistralmente la angustia de lo que debió ser buscar a tus seres queridos en el chile de la época. La otra es La muerte y la doncella, de Roman Polanski, sobre una víctima que encuentra a su torturador (o eso cree ella porque él lo niega) y decide darle su merecido.

Ambas muy recomendables e ilustrativas

Anónimo dijo...

llevo toa la puta noche moderando el foro en el curro sobre pinocho... ya podían haber sido comentarios como éste. madremíaquemiedete... cómo está el patio con lo que ha llovido.
supongo que te veré este martes en la cena
hablamos, pues
muaaaaaaaaks
luchi

Miguel A. Ortega Lucas dijo...

Llegó justito para cenar en el Infierno. El Hijo de la Gran Puta.

Anónimo dijo...

Hola Miguelton. Hacía tiempo que no leía tanta ironía (una de las cosas a la que soy más aficionada). En tu lista de películas favoritas no figura una que no estaría mal que alguna cadena de tv contara con ella para su programación estos días: Missing (Desaparecidos), de Costa Gavras. Está genial.
Por cierto, ya que te gustan tanto los cantautores...siempre he escuchado que 'Ojalá' de Silvio Rodríguez hablaba sobre Pinochet...me lo podrías confirmar?? Y si no fuera así...no es estupendo pensarlo??
Saludos de La Bambola