jueves, 16 de junio de 2016

Nunca es demasiado tarde, Sabina



La vida es una burda estafa innoble / y no hay donde poderla denunciar, garabateó hace años, aparatosamente, cierto adolescente apocalíptico, cuando ya había dejado de ser adolescente, en alguna noche siniestra de una ciudad sin nadie (pongamos que era Madrid).

Porque la vida nos parece demasiadas veces una vil refutación del cuento que nos contaron de niños, mirando por la ventana a oscuras. Calixto se hartó de Melibea –un amor civilizado al fin–, Melibea se la daría con cualquiera, pero ahí siguen: con sus recibos, su tele de plasma, su escena del sofá. Alicia fue hallada muerta anoche, en el País de las Pesadillas, por sobredosis de desengaños. A Caperucita la tiene a comisión el Lobo en El Edén –un antro de carretera con luces azules, rojas y amarillas–; la Bella Durmiente aquella del instituto que iba a plantar al príncipe azul por el bufón de la corte ya no sueña ni despierta, viendo sin ver Sálvame (“cómo pudo sucederme a mí”). Y hay quien, entre salto y salto por los tejados sin dueño, todavía se acordará de ti –esa ruina de donjuán–. 

Nos hace falta entonces, sí, tantas veces, “un mapamundi del deseo, un inventario de la duda”. Alguien que nos despierte en la noche, furtivo, y nos guíe hasta la salida del callejón sin salida del cuartel; que nos lleve de vuelta al vértigo y la ciudad levando los anclajes del galeón pirata del corazón en cueros.

Siempre, siempre se vuelve a Sabina. Hay que volver a Sabina como se tantea uno la camisa, a la altura del pecho, para comprobar que la brújula de la aventura sigue en su sitio, que sigue habiendo más de mil motivos para no cortarse de un tajo las venas...


viernes, 3 de junio de 2016

Marilyn: la rubia era más lista que usted, caballero




Sólo partes de nosotros llegarán 
a tocar partes de los demás
la verdad de cada uno es eso
solamente – la verdad de cada uno… 

(Los caballeros las prefieren rubias. Las rubias los prefieren ricos. Los ricos no tienen miedo, sueñan en tecnicolor, siempre son felices.)

…Sólo podemos compartir
la parte que dentro del conocimiento de otro es aceptable
por consiguiente
estamos más bien solos…

(Las rubias son, por supuesto, idiotas. Las rubias ricas y famosas son imperativamente felices –muy idiotas–. Y una rubia esculpida en morbo con el perfil de la Piedad de Miguel Ángel debe de ser idiota profunda. ¿Verdad usted, caballero?)

… –en el mejor de los supuestos quizá
[…] que nuestro entendimiento buscara
la soledad de otro.