martes, 4 de noviembre de 2008

Monólogo de nadie


De quién serás ahora. De quién serás presa, cautiva o lumbre, en estos anocheceres de bruma. De quién serás hija; qué apellido tendrás. De quién serás en estas tardes ilegítimas del frío, de golpe de estado del general invierno. Para quién: en quién serás. Es la hora en la ciudad de todos los noviembres: amanece otoño, atardece invierno, y es como el crepúsculo de una isla a la deriva en un planeta boreal. De quién serás ahora, de quién ya nunca; de alguna cama o de las calles, de la luz ceniza al mediodía o del azul de lobo oscuro de ahora mismo. De quién serás, de cuándo. Pero no hay lumbres por aquí, no hay hogueras por aquí de ancianas enlutadas en las últimas esquinas. Serás de alguna sombra, te custodiará alguna sombra mientras atisbas desde el cristal una luz de farol que vacila allá a lo lejos: que viene ya de otra época. De qué serás ahora. De dónde. Me lo pregunto a veces, al despertar, al divisar el espectro gris de la ventana. Me lo pregunto siempre, al caer la tarde, cuando se divisa en la ventana el frenético fracaso de avenida a ningún sitio. Hacia dónde serás tú, hacia dónde. Con la vida y sus costumbres, con las calles y sus coches, con los cafés y sus oscuros en su café y su tabaco. Quizás no nos hizo la vida para esto. Quizás no somos de la vida para esto. Quizás sólo para el carnaval nocturno en el palacio clandestino, allá donde no importa quién eres, de cuándo eres; de quién. Más allá de las casas encendidas, de los aviones en bandada, de los cielos sin nadie, estarás. Pero de qué, de dónde. A este lado del cristal, en los fantasmas del humo de este atardecer a oscuras, sólo el frío. No sé de quién hablo, no sé ni quién eres. Pero de quién. De quién serás ahora.



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